Viaje a Querétaro
Actualizado: 2 nov 2020
8 de la mañana, el último cierre de la maleta sonaba. Ya estaba todo listo para partir y dejar Aguascalientes. Los nervios eran mi desayuno dándome los buenos días. Debo admitir que siempre aparecen, están allí, en el fondo del estómago. Es una sensación parecida a la de una hoja de papel, cuando es empuñada con fuerza para después ser desechada.
Llegaba a la central. Ya estaba todo listo para tomar el camión de las 9:00 y empezar el viaje. Cuatro horas y treinta minutos, el tiempo estimado de llegada. A Annie en esta ocasión no le era posible acompañarme, la “nueva normalidad” la tendría laborando y preparando sus clases. Les comento, ella es maestra de inglés. Muy buena por cierto. Mientras iba en el camión, imaginaba como sería todo. Estaba emocionado, sabía que conocería lugares muy interesantes y aprendería bastante. Sonreía mientras escuchaba música, mi cabeza iba generando imágenes de cómo podría ser la experiencia. El camión llegaría 1:30, sabía que tenía el tiempo reducido para grabar en cada lugar, eso ya me preocupaba un poco. 7 grabaciones en dos días no sería fácil. Unos cuantos pasajeros anunciaban la llegada, levantándose de su lugar antes de tiempo para poder bajar con rapidez y ser los primeros en descargar sus maletas. Veía la hora del celular, eran casi las 2 de la tarde, estaba por llegar a Casa Aspeytia. Un bonito hotel boutique donde pasaría las siguientes dos noches y comenzaría con la primera grabación. Sólo tenía media hora para hacerlo.
Juan Pablo, quien es chef de PÍA (un restaurante que tienen que visitar) pasaría por mi, para comenzar nuestra ruta gastronómica y visitar 3 lugares más. Entre corriendo y caminando, partí hacia el centro. El sol de las 2, no ayudaba. Tenía que ser muy selectivo con lo que capturaba. Las imágenes son muy fácil de “quemarse” a esa hora. Mientras me daban el recorrido del hotel, mi cámara apuntaba y almacenaba parte de lo que veía.
Llegué a mi habitación. Ya podía ponerle sonido al teléfono. terminé la primera grabación. Tenía 8 o 10 llamadas pérdidas y unos cuántos mensajes, mi pensamiento de descanso desapareció. Juan Pablo me esperaba afuera con las intermitentes de su auto encendidas. Inmediatamente alisté todo y salí. Había olvidado desayunar, mi mente estaba en otro lado. Extrañaba la compañía de Annie, esos momentos de risa y risa. Pero tenía que motivarme y continuar. Cerraba la puerta del copiloto, me ponía el cinturón y cruzaba las primeras palabras con Juan Pablo, estábamos listos para el tour. Hornos, mezcal, conejo, ternera, cocteles maravillosos, desechos de fruta rescatados y rehusados, fueron parte de estos videos. ¡Uff! Un día muy pesado y cansado. Estar en una grabación es maravilloso, puedo decir que es algo que me satisface enormemente. Tuve que convertirme en un todo, era la primera grabación a la que iba yo solo por primera vez. Pensaba mucho en Annie, ella es pieza fundamental.
El 7, ese de las 7 grabaciones volvía a aparecer. Pero ahora en horas de grabación. Exhalé, moví la cabeza de derecha a izquierda (como ese cliché de estirar el cuello de lado a lado cuando se está cansado), recogí el equipo, me aseguré de que todo estuviera y después caminé hacia Juan Pablo para preguntarle donde podría cenar rico (Sentía que lo merecía). Amable y atinadamente me llevó a un buen lugar. Maracuyá, limón y una ensalada muy vistosa (por la forma tan maravillosa del rábano sandía), estaban en este ceviche amarillo. Coloquialmente decimos que con hambre todo está bueno, pero conociendo a Juan Pablo, puedo decir que ese ceviche ¡estaba riquísimo!. Llegué a la Terraza del hotel (muy bonita), y comencé a capturar esos momentos, músicos tocando un jazz relajante que luego subía de tono (un tono sabroso), velas y parte del tranquilo ambiente. Era justo lo que necesitaba. Mi cuerpo descansaba enconchado, desalineado y con los hombros relajados en una silla, volteando a ver constantemente la luna. Era muy bonita . Me atrapaba.
Realicé la última toma, apagué la cámara, tomé mi celular y escribí a Annie. Tal vez fue uno de los días en donde menos hablé con ella. Le platicaba lo duro del día, las complicaciones y todo lo que había pasado. Ella me motivaba y me animaba. Siempre son buenas sus palabras en esos momentos. Hablábamos un poco de todo. Tenía que dormir temprano. Juan Pablo pasaría por mi a las 6 am, me tire a la cama (muy cómoda por cierto), tomé una almohada, coloqué la alarma e inmediatamente se cerraron mis ojos.
Había concluido mi primer día de grabación. Ya pronto, les estaré contando el cómo nos fue recolectando y comiendo unas carnitas de conejo que ¡uff! Cada que hablo sobre este taco, inmediatamente comienzo a pasar saliva, del antojo que me da. Nos leemos en la siguiente, un abrazo.
